CLEI 5º
CIENCIAS ECONÓMICAS Y POLÍTICAS
LA SOCIEDAD DE CONSUMO
La llamada sociedad de consumo,
apareció como consecuencia de la producción en masa de bienes (activada por el
taylorismo y el fordismo), que reveló que era más fácil fabricar los productos
que venderlos, por lo que el esfuerzo empresarial se desplazó hacia su
comercialización (publicidad, marketing, venta a plazos, etc.).
Este modelo fundado en los
llamados “felices veinte” se estiró, con un prolongado periodo de depresión
económica, hasta que, en torno a 1970, se inició la que algunos llaman, Tercera
Revolución Industrial, la revolución de la microelectrónica, del automatismo y
de la informática, hecha posible gracias a los nuevos medios de comunicación,
los robots y los ordenadores.
Concretamente, fue partir de la
Segunda Guerra Mundial, en la década de los 50, cuando la producción cobró una
gran importancia, contribuyendo a aumentar las necesidades; entre otras causas,
porque las exigencias del propio desarrollo capitalista condujeron a una
situación en la que la demanda del consumidor debía ser a la vez estimulada y
orientada, en un mercado en constante expansión y transformación específicas
internas, como consecuencia del cambio estructural del primitivo capitalismo de
producción en el que podemos llamar neocapitalismo de consumo.
En la sociedad postindustrial, el
crecimiento económico se vincula, sobre todo, a la necesidad de conquistar
nuevos mercados (lo que otorga especialísima importancia a la publicidad). Es
una sociedad que necesita más consumidores que trabajadores, de donde deriva
también la ascendente importancia de las industrias del ocio, que explotan el
creciente tiempo libre de los ciudadanos. Desde esta óptica mercantil y
despersonalizada, los sujetos tienden a dejar de ser vistos como individuos,
para pasar a ser meras funciones sociales, tanto a efectos de su utilización
como a efectos estadísticos, con finalidad política (electoral) o comercial
(consumo).
Por otro lado, esta sociedad no
se caracteriza sólo por el crecimiento rápido de los gastos individuales, sino,
también, por el crecimiento de los gastos asumidos por terceros (sobre todo por
la Administración) en beneficio de los particulares, de los que algunos aspiran
a reducir la desigualdad en la distribución de los recursos. Sin embargo, este
objetivo no se ha logrado conseguir, de tal forma que la fosa que separa a los
ricos de los pobres, a los países desarrollados de los no desarrollados está
aún muy lejos de malgastar.
Actualmente, destaca que los
progresos de la abundancia tengan como contrapartida perjuicios cada vez más
graves, los cuales son consecuencias del desarrollo industrial y del progreso
técnico, por una parte, y de las mismas estructuras del consumo, por otra. Así
aparece, tal y como señala Baudrillard (1974), la degradación del marco
colectivo por las actividades económicas: ruido, contaminación del aire y del
agua, destrucción de los parajes y trastorno de las zonas residenciales por la
implantación de nuevas instalaciones (aeropuertos, autopistas, represas “caso
hidroituango” etc.); por lo que podemos afirmar que los daños culturales,
debidos a los efectos técnicos y culturales de la racionalización y de la
producción en masa, son incalculables.
De otra parte, señalamos la gran
vinculación existente entre la abundancia de las sociedades ricas y el
derroche. Y es que, de algún modo, todas las sociedades derrochan, dilapidan,
gastan y consumen siempre más allá de lo estrictamente necesario. (en nuestro
entorno afortunadamente no es a gran escala)
Se perfila, pues, una definición
del consumo como derroche productivo, entendido como toda producción y gasto
más allá de la estricta sobrevivencia, donde lo sobrante precede a lo
necesario, donde el gasto precede en valor a la acumulación y la apropiación.
Igualmente, en esta sociedad
destaca la siguiente paradójica situación, ya que una parte cada vez mayor de
la población activa trabaja en sectores cuyo desarrollo está ligado
precisamente a la reducción general del tiempo de trabajo, como son las
industrias y los servicios del ocio e industrias culturales. En cierta manera,
dentro de la sociedad de consumo, el tiempo ocupa una especie de lugar
privilegiado, es un tiempo que es consumido.
Por último, no quisiéramos
olvidarnos del más hermoso de los objetos de consumo “el cuerpo”; en la
actualidad, el culto al cuerpo ha pasado a ser una de las características más
notorias de la sociedad, donde se busca la belleza y la perfección en el
cumplimiento de unos cánones preestablecidos (por no se sabe quién); así, se
impone la belleza como un derecho y un deber que todos debemos cumplir. Parece como si el cuerpo se convirtiera en
la persona lo que el chasis en el automóvil, algo que su puesta a punto puede
llegar a ser toda una penitencia. Ahora, parece ser que lo importante no es
gustarse a uno mismo, sino gustar a los demás, y para ello tenemos que seguir
la belleza imperativa establecida por la moda.
"La publicidad nos hace
desear carros y ropas, tenemos empleos que odiamos para comprar mierda que no
necesitamos. Somos los hijos malditos de la historia, desarraigados y sin
objetivos. No hemos sufrido una gran guerra, ni una depresión. Nuestra guerra
es la guerra espiritual, nuestra gran depresión es nuestra vida. Crecimos con
la televisión que nos hizo creer que algún día seriamos millonarios, dioses del
cine o estrellas del rock, pero no lo seremos y poco a poco lo entendemos y eso
hace que estemos, muy, muy enfadados."
Fuente: social demencia, Sociedad
Objetiva de Libre Pensadores.
TALLER
“Recuerda tu espíritu investigativo”
1- Lee
el texto, realiza un ensayo basado en las siguientes preguntas:
¿Consideras que ésta es una
sociedad que necesita más consumidores que trabajadores?
¿En qué inviertes tu dinero, una vez
has cumplido con tus gastos necesarios?